Érase una vez una madre que tenía dos hijas, manda
un día a la hija mayor que suba al granero y que le traiga grano, que lo
necesita para hacer el pan.
La hija subió
las escaleras y en el desván se encontró a una cabra que había bajado del monte
y que le dijo:
La más pequeña
de las hermanas, al ver que no volvían, le preguntó a su madre:
—Mamá, ¿quieres
que suba yo a buscar grano?
—No, ya subiré
yo y de paso, veré qué es lo que les ocurre a tu hermana.
Al subir la
madre, la cabra le dijo:
—Soy la cabra
montesina que vive en Montepelao, si te pasas de la raya te comeré de un
«bocao».
La madre no
hizo caso de la cabra, se pasó de la raya y la cabra se la tragó de un bocado.
La hija
pequeña, al ver que no bajaban ni su madre, ni su hermana, se puso a llorar.
Pasó por allí un soldado que al ver a la niña llorando le preguntó:
—¿Niña, por qué
lloras?
—Mi madre y mi hermana
han subido al desván a buscar grano y no han bajado, porque la cabra montesina
se las ha tragado de un «bocao».
El soldado se
rio, dijo que él lo arreglaría y subió al desván. En cuanto llegó arriba, la
cabra lo amenazó:
—Soy la cabra
montesina que vive en Montepelao, si te pasas de la raya te comeré de un
«bocao».
El soldado se
pasó de la raya y la cabra se lo comió de un bocado.
La niña se puso
a llorar aún más fuerte, porque ya no sabía qué hacer para librarse de la cabra
montesina. En esto, acertó a pasar por allí una hormiguita que le preguntó:
—¿Niña, por qué
lloras?
La niña le
contó a la hormiga lo que ocurría y la hormiga le dijo:
—No llores más,
yo subiré a buscar a tu madre, a tu hermana y al soldado.
—¿Tú? ¡¡Pero si
eres demasiado pequeña!!
—Si lo hago, ¿Qué me darás a cambio?
La niña le
dijo:
—En el desván
hay un saco de trigo que puedes quedarte entero si nos libras de la cabra
montesina.
Pero la
hormiguita contestó:
—¡No, no, un
saco de trigo no! ¡Que no cabe tanto en mi costalito, ni muele tanto mi
molinito!
La niña le dijo
entonces
—Vale. Entonces
te daré un puñado de trigo.
—¡No, no, un
puñado de trigo no! ¡Que no cabe tanto en mi costalito, ni muele tanto mi
molinito!
Al final, la
niña le dijo:
—¿Quieres
entonces solo un granito?
—¡Sí, sí, un
granito sí! ¡Que cabe en mi costalito, y lo muele mi molinito!
Subió entonces
la hormiga y escuchó que la cabra le decía:
—Soy la cabra
montesina que vive en Montepelao, si te pasas de la raya te comeré de un
«bocao».
La hormiguita
cogió su grano de trigo y se fue muy contenta a su hormiguero.
Y colorín
colorado, este cuento se ha acabado.
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