sábado, 3 de octubre de 2009

Vacaciones en la nieve


Vacaciones en la nieve

Llaman a la puerta y abre Juan -Buenos días, me llamo Susana, venía a alquilar la casa en la montaña para unas vacaciones en la nieve-.

Ah, sí, pase a esta sala por favor -Contesta Juan-

Cuando Susana entra a la sala, se queda con la boca abierta. Es una habitación muy grande, con estanterías llenas de juguetes.

Juan, al verla tan sorprendida dice -Es que soy diseñador de juguetes, una gran parte de los juguetes que hay en las tiendas, los he inventado yo, mientras admiras mi colección, iré a por las llaves-.

Susana contesta –Vale, gracias, es impresionante, si mis hijas tuviesen una habitación así, se volverían locas.

Susana mira a su alrededor, ve juguetes antiguos y también algunos nuevos; *aviones teledirigidos, cohetes…

Se fija en una casa de muñecas.


Le llaman la atención los muñecos que hay dentro, piensa que parecen de verdad.

Coge el muñeco del papá, y le sorprende. No deja de pensar que son muy reales.

Parece que el padre está enfadado y la mamá y los niños tristes.-Parece que los niños están llorando- piensa Susana, y se siente mal por ellos.

En ese momento se oye la voz de Juan gritándola -¡no los toque señora!.

Ella se sobresalta y deja el muñeco en su sitio -disculpe, es que me han llamado la atención- dice ella.

Juan contestó – Son los últimos que he inventado, pero todavía tengo que perfeccionarlos, parecen humanos, pero mi hija quiere que tengan movimiento, y quiero conseguir que sea parecido al de los humanos.

Susana escuchaba muy interesada, cuando entró una niña que llamaba a su papá; papá, papá.

-Saluda a la señora- dijo Juan.

La niña se presentó -¡Hola, me llamo Natalia!

-Yo soy Susana, estoy sorprendida de los juguetes que tienes, que suerte tener un papá que se dedique a hacerlos, estarás muy contenta-.

-Sí señora, estoy muy contenta, además me ha prometido unos muñecos con apariencia humana, se llamarán “la familia perfecta”- Dijo Natalia emocionada.

-¿Cuántos años tienes?- Le preguntó Susana.

-Tengo 10 años- Respondió Natalia.

Yo tengo dos hijas, tienen 10 y 5 años -Contestó Susana-.

Juan continuó diciendo -Natalia solo me tiene a mí, su madre nos dejó cuando ella era pequeña, quizás eso me obsesiona-.

Susana se dio cuenta lo tarde que era y dijo – ¡uy! se me hace tarde, me tengo que ir.

Juan le dio las llaves y dijo -Que tenga un buen viaje-.

Llegó el día del viaje. Jesús, el marido de Susana iba conduciendo, ya quedaba poco para llegar, estaba todo nevado.

Susana sorprendida comentó, -Anda, es igual que la casita de muñecas.

Las niñas gritaban – que casa tan bonita mamá.

Al llegar a la casa, las niñas corrieron escaleras arriba hacia sus habitaciones, Susana se dio cuenta de que la casa también era igual a la de juguete por dentro.


 Como estaban cansados del viaje, se acostaron pronto.

Por la mañana, la hija despierta a Susana -Mamá-.

-¿Qué quieres hija?- respondió la madre.

-Me duele el brazo, mira-

Susana miró el brazo de su hija, vio un punto rojo y dijo -¿qué es esto?, ¿Te ha picado un mosquito?-

-No lo sé mamá-

Susana dijo -bueno, no será nada-.

En ese momento se dio cuenta de que a ella también le dolía el brazo y vio también el punto rojo, su marido y su hija mayor también lo tenían.

Susana se asustó y le dijo a su marido que le parecía extraño. Jesús dijo bromeando, -no te preocupes, los mosquitos de esta montaña tendrán la costumbre de morder en el mismo sitio-.

Todos iban vestidos con una ropa extraña. Eso sí que era raro, no entendían cómo se habían vestido con esa ropa, pero era divertido.

Desayunaron, y se dispusieron a salir, pero no pudieron abrir la puerta, pues estaba cubierta de nieve. Se fueron a mirar por la ventana y no se podía ver a través de ellas pues estaban también llenas de nieve. No podían salir por ningún sitio.

Jesús comentó, -Cariño, estamos en la montaña, es normal que nieve, mañana hará mejor día-.

Susana respondió -me pone nerviosa esta situación-.

De pronto por una de las ventanas se ve un ojo gigante, que los está mirando. Quedaron espantados, eran los ojos de Natalia. Tenían un tamaño gigantesco.

Estaba con su padre al que abrazaba y le decía -gracias papá, lo has conseguido, los muñecos de la familia perfecta, me encantan-.

-Si hija, los dormí con un gas y les puse un suero de la nueva fórmula inyectado, hasta que han menguado, y ahora son pequeños como muñecos. Después los he trasladado a tu casita de muñeca, la que cubrí con una nieve especial. Es el invento de mi vida, tienes que hablar, jugar con ellos y hacerles felices. Son tuyos, y será nuestro secreto-.

 Susana, dijo -Natalia, eso no está bien, no somos muñecos, somos personas y no nos puedes encerrar, la niña pequeña lloraba y decía, yo quiero ver a mis amigas, a mis primos y a mis abuelos-.

Además, no hay familias perfectas, hay diferentes familias y ninguna es mejor que otra.

Natalia contestó -entonces le diré a mi papá que traiga a vuestros abuelos también-.

La niña mayor insistió -Eso no se puede hacer, es mejor juguemos con muñecas normales, también podemos ser amigas y jugar juntas, así será más divertido, dile a tu papá que nos vuelva a hacer de nuestro tamaño, y nos saque de aquí-.

-Es verdad exclamó Natalia, es mejor que seamos amigas y juguemos como niñas normales-.

El papá de Natalia escuchó la conversación, y entendió que eso estaba mal, entonces, volvió a poner a la familia con su tamaño normal y dejó que se fueran a su casa. Las niñas fueron amigas y su padre no lo volvió a hacer.
















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