jueves, 29 de octubre de 2009

La bruja Maruja


Maruja era una niña muy bonita, tenía el pelo moreno y los ojos azules. Pero cuando llegaban las 12 de la noche (la hora bruja), se convertía en una niña fea y nariguda, con verrugas y con el pelo desgreñado.

Tenía un gato que se llamaba Matusalén, pero sus amigos le llaman Matu, y se oía decir que tenía mas de 100 años.

En la hora bruja se subía en su escoba mágica con Matu y salía a pasear por la ciudad. Podía ver a través de las paredes y tejados. Al pasar por la casa de su compañera Patricia la vio, estaba estudiando en su habitación.

Maruja pensó –“¡¡¡ooooh!!!… como la odio, es la más lista de la clase .Tiene muchos amigos, todos dicen que es buena amiga, que tiene buen corazón,… ¡¡¡grrrt!!! ¡Que rabia tengo!”.

Patricia ya ha dejado de estudiar y se ha puesto a jugar con sus muñecas Bratz.
Por la mañana llegó la hora del colegio, estaban en clase cuando el profesor preguntó: - “Patricia, ¿te sabes la lección?” y ella dijo: “sí”, seguidamente el profe le indicó: “sal a la pizarra”. Maruja pensó: “Tengo que fastidiarla de alguna manera”, hizo un hechizo y… “¡zassss!”, en ese instante salió una mancha de pis en el pantalón azul y una espinilla en la punta de la nariz.

Patricia cuando se dio cuenta gritó: “¿qué ha pasado?” y su voz sonó con sonido de pito. Todos se rieron de ella, hasta el chico que le gustaba. Patricia tenía tanta vergüenza que se fue corriendo a su casa y pensó: “No voy a salir nunca de casa”.

Al anochecer se le ocurrió una idea: “Iré a casa de Maruja, ella me ayudará”.

Se escapó de su casa y se fue a ver a la que ella creía que era su amiga.

Cuando llegó se abrazó a Maruja y le dijo: “Nunca volveré al cole”.

Maruja respondió, “No te preocupes yo te ayudaré”.

Patricia comentó, “Todo me sale mal”, y en ese momento tiró un bote de caramelos, se disculpó diciendo: “Oh, Maruja perdona te lo recogeré”, fue a por la escoba pero al cogerla con las dos manos sonó una voz del reloj que decía: “Son las doce, la hora bruja”.

Maruja empezó a transformarse en una bruja fea. Patricia no podía creer lo que estaba viendo, de pronto la escoba empezó a moverse sola y salió volando con Patricia agarrada a la escoba.

Maruja se quedó con la boca abierta viendo como su amiga salía por la ventana.
Patricia volaba encima de los tejados y descubrió que podía ver a través de ellos.
“Es asombroso, allí veo a mi amiga Alicia, está discutiendo con su hermano dani que le ha cogido su muñeca favorita, le ha arrancado la cabeza.

Luego Dani le ha tirado de los pelos a Alicia y su mamá al oírles chillar entra en la habitación y los ha castigado”.

También pasó por casa de su amiga Natalia, “está su prima Estela haciéndole la tarea,” ¡Que morro!”.

Unos minutos después, estaba volando por encima del centro comercial y allí estaban sus amigos David, Alberto y Alejandro. Patricia dando un suspiro pensó: “¡Alejandro es tan guapo!… pero, ¿Qué hacen aquí?”. Los chicos entraron en una tienda y compraron un estuche de pinturas, tenía oleos, acuarelas, pastel y un lienzo para pintar. “¡Es para mí, mañana es mi cumpleaños¡”, señaló Patricia.

Después del interesante paseo volvió a casa de Maruja, que estaba enfadada. Esta le gritó: “¡Eres una tonta de remate!, te merecías que te hiciera brujería y te dejara en ridículo”.

Patricia dijo: “¿Has sido tú? A las doce demuestras como eres por dentro, mala y fea, nos has engañado a todos”.

Maruja declaró, “Sí, he sido yo y os he engañado a todos, tengo poderes que puedo hacer lo que quiera yo. Pero si dices algo te convierto en sapo, a ti y a tu familia”.

Patricia muerta de miedo quería salir huyendo, pero al abrir la puerta de la calle se equivocó y abrió otra en la que había: pócimas, sapos, culebras y bichos muertos. Patricia gritó, hasta que encontró la puerta de salida, corrió sin parar hasta su casa.

Así descubrió Patricia a la verdadera Maruja, pero no se lo podía decir a nadie.

Se metió en su cama y se quedó dormida enseguida. Estaba muy cansada.

A media noche sintió una luz intensa en su habitación. Asustada abrió los ojos.
Al lado de su cama apareció una señora con alas, con un vestido malva muy bonito, tenía los cabellos que le llegaban a la cintura, en la mano llevaba una rosa azul.
Patricia asombrada dijo: “Estoy soñando, las hadas no existen”.
El hada, con voz tranquila, explicó: “Sí, existimos, yo soy tu hada madrina, sólo me puedes ver en sueños, he venido porque me necesitas”.

“¿Sí?, ¿Me puedes ayudar?, ¿Cómo?”, preguntó, Patricia.

El hada continuó: “Te doy esta rosa azul, le puedes pedir tres deseos antes que se marchite, tendrás tres días. Después vendré a recoger la rosa y a decirte adiós, felices sueños”. Dicho estas palabras desapareció.

Patricia gritó, “¡Espera, no te vayas!”. Pero ya no había nadie.

A la mañana siguiente, Patricia despertó muy contenta y pensó: “Que sueño más bonito he tenido. Parecía real, pero… ¿Qué tengo en la mano? Una rosa azul, ¿Cómo ha llegado aquí? ¿Será verdad lo de los tres deseos? Probaré. Pido que el hechizo que me haga Maruja se vuelva para ella, este será mi primer deseo”.
Después del colegio, quedaron todos los amigos en el parque, para darle a Patricia los regalos de cumpleaños.

Patricia entusiasmada dijo: “Estoy impaciente de tener mi estuche de pinturas, lo abriré”.
Sus amigos asombrados dijeron todos a la vez: “¿Cómo lo sabes?”.

Patricia dándose cuenta de su error explicó, “Es que pensé, que vosotros sabríais elegir el regalo que más deseaba tener yo”.

Alicia exclamó, “¡qué lista!”.

Natalia se disculpó diciendo: “Yo no te he podido traer mi regalo porque ayer me quedé haciendo la tarea, el profe me ha dicho que me ha salido muy bien”.

Patricia no quiso equivocarse otra vez y sólo pensó: “¡que mentirosa es…!”.

Escondida, sentada detrás de un árbol estaba Maruja mirando y pensó. “Patricia está hoy contenta. Le haré un hechizo para que se le rompa el vestido y se quede en ropa interior. Que buena idea…”. Y de repente… “¡zassss!”.

Patricia sigue con sus amigos abriendo regalos, pero no llega a pasar nada.

Maruja sorprendida pensó, “¿Que ha pasado?, no funcionó mi hechizo”.

Llena de rabia, se levantó y su falda se enganchó en el árbol, se quedó en braguitas. Todos la miraron. Maruja avergonzada cogió su falda rota y se fue corriendo al colegio encerrándose en el lavabo. No podía dejar de llorar.

Pasados unos minutos se oyeron unos golpes en la puerta. Era Patricia con voz suave que decía, “Maruja, abre, te he traído una falda de mi casa”.

Maruja, abrió y confesó: “Patricia, perdona, no me daba cuenta que con mis hechizos podía hacer tanto daño, pero ahora lo sé y no lo volveré hacer”.

Las dos niñas se abrazaron y fueron buenas amigas para siempre.

Cuando Patricia llegó a su casa pensó: “Con un solo deseo he conseguido que Maruja se dé cuenta del daño que puede hacer con los hechizos. Me quedan dos deseos… ¡ya sé!, pediré que Alejandro se enamore de mí”. Cogiendo la rosa azul pidió su segundo deseo.

En ese instante sonó el teléfono, Patricia contestó: “¿Dígame?”.

Al otro lado contestó. “Hola soy Alejandro, había pensado que a lo mejor te apetece dar un paseo”.

Patricia respondió: “Claro que sí, ¿cuándo?”

Alejandro dijo: “ahora mismo”.

Patricia muy contenta se apresuró a decir: “¡Claro que sí!”.
Durante el paseo Alejandro sólo hablaba de lo mucho que le gustaba Patricia, que sólo pensaba en ella. Se despidieron pero antes Alejandro le dijo que repetirían el paseo otro día.

Patricia llegó ilusionada a su casa, pero nada más entrar por la puerta sonó el teléfono. Era Alejandro: “Tengo que verte Patricia, solo quiero estar contigo”.

Patricia le tranquilizó diciendo, “Vale, tú a mí también me gustas, mañana te veo, ya es tarde y me voy a acostar. Adiós”.

Llegó la hora de ir a clase. En su pupitre no estaba su compañera. En su lugar estaba Alejandro que no dejaba de mirarla.

Patricia pensó: “Que agobio de chico”.

Después de clase, Patricia pensó que le vendría bien ir a gimnasia para relajarse. Una vez allí se dio cuenta que estaba a su lado Alejandro. “OH no”, exclamó Patricia.

Cuando llegó a su casa, el teléfono sonaba . Ella se imaginaba quien era. Fue a su habitación, cogió la rosa azul y pidió el tercer deseo: “Pido que Alejandro vuelva a ser mi amigo”. En ese momento el teléfono dejó de sonar.

Muy pronto se quedó dormida, el día había sido agotador.

A media noche volvió la luz, y apareció el hada, y cogiendo la rosa azul dijo: “Todo ha vuelto a la normalidad, pero cuando me necesites aquí estaré en tus sueños”. Y desapareció.

Patricia nunca olvidará su experiencia y ahora sabía que las hadas, de verdad, existían.

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